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CAPÍTULO I.

8 á quien amais, sin haberle visto; en quien ahora igualmente creeis, aunque no le veis; mas porque creeis, os holgaréis con júbilo indecible, y colmado de gloria;

9 alcanzando por premio de vuestra fe, la salud de vuestras almas.

10 De la cual salud tanto inquirieron indagaron los Profetas, los cuales prenunciaron la gracia que habia de haber en vosotros;

11 escudriñando para cuando, ó para qué punto de tiempo se lo daba á entender el Espíritu de Christo que tenian dentro; cuando les predecia los tormentos que padeció Christo, y las glorias que le seguirían;

12 á los cuales fue revelado, que no para si mismos, sino para vosotros administraban ó profetizaban las cosas que ahora se os han anunciado, por medio de los que os predicaron el Evangelio, habiendo sido enviado del cielo el Espíritu santo, en cuyas cosas ó misterios los ángeles mismos desean penetrar con su vista [1].

13 Por lo cual bien apercibido y morigerado vuestro animo [2], tened perfecta esperanza en la gracia que


  1. Puede traducirse: En cuyos misterios nunca cesan, ni se sacian de mirar los ángeles. Alude esta expresion á los querubines que estaban junto al Propiciatorio. Véase Querubines. Segun el sábio arzobispo Martini, el quem leemos en la Vulgata, ha de ser guæ, conforme lo exige el texto griego.
  2. O preservado de todo error y mal deseo. Este es el sen-