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EPÍST. CATHÓLICA DE SANTIAGO.

21 Por lo cual, dando de mano a toda inmundicia y exceso vicioso, recibid con docilidad la palabra divina que ha sido como ingerida en vosotros, y que puede salvar vuestras almas.

22 Pero habeis de ponerla en práctica, y no solo escucharla [1], engañándoos lastimosamente á vosotros mismos.

23 Porque quien se contenta con oir la palabra de Dios, y no la practica, este tal será parecido á un hombre que contempla al espejo su rostro nativo ensuciado con algunas manchas,

24 y que no hace mas que mirarse, y se va sin quitarlas, y luego se olvidó de cómo está.

25 Mas quien contempláre atentamente la ley perfecta del Evangelio, que es la de la libertad, y perseveráre en ella, no haciéndose oyente olvidadizo, sino ejecutor de la obra; este será por su hecho ú obras bienaventurado.

26 Que si alguno se precia de ser religioso ó devoto, sin refrenar su lengua, antes bien engañando ó precipitando con ella su corazon, la religion suya es vana, es falsa su piedad.

27 La religion pura y sin mácula delante de Dios Padre [2] es esta: Visitar ó socorrer á los huérfanos y á las viudas en sus tribulaciones, y preservarse de la corrupcion de este siglo.