Página:La Sagrada Biblia (XIV).djvu/505

Esta página ha sido corregida
197
CAPÍTULO I.

13 Ninguno, cuando es tentado, diga, que Dios le tienta, porque Dios no puede jamás dirigirnos al mal; y así él á ninguno tienta.

14 Sino que cada uno es tentado, atraido y halagado por la propia concupiscencia.

15 Despues la concupiscencia, en llegando á concebir los deseos malos, pare el pecado; el cual una vez que sea consumado [1], engendra la muerte.

16 Por tanto no os engañeis en esta materia, hermanos mios muy amados.

17 Toda dádiva preciosa y todo don perfecto de arriba viene, como que desciende del Padre de las luces, en quien no cabe mudanza, ni sombra de variacion.

18 Porque por un puro querer de su voluntad nos ha engendrado para hijos suyos con la palabra de la verdad[2], á fin de que seamos los israelitas como las primicias de sus nuevas criaturas.

19 Bien lo sabeis vosotros, hermanos mios muy queridos. Y así sea todo hombre pronto para escuchar; pero detenido en hablar, y refrenado en la ira[3].

20 Porque la ira del hombre no se compadece con la justicia de Dios.


  1. O por el consentimiento de la voluntad, ó por la accion exterior.
  2. Que nos ha hecho anunciar antes que á los gentiles.
  3. O la verdadera piedad y devocion. Prov. XVII. v. 27