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CAPÍTULO IX.

12 (Y en este mismo tiempo veia Saulo en una vision á un hombre, llamado Ananías, que entraba, y le imponía las manos para que recobrase la vista.)

13 Respondió empero Ananías: Señor, he oido decir á muchos que este hombre ha hecho grandes daños á tus santos en Jerusalem;

14 y aun aquí está con poderes de los príncipes de los sacerdotes para prender á todos los que invocan tu nombre.

15 Vé á encontrarle, le dijo el Señor, que ese mismo es ya un instrumento [1] elegido por mí para llevar mi nombre y anunciarle delante de todas las naciones, y de los reyes, y de los hijos de Israél.

16 Y yo le haré ver cuántos trabajos tendrá que padecer por mi nombre.

17 Marchó pues Ananías, y entró en la casa; é imponiendole las manos, le dijo: Saulo hermano mio, el Señor Jesus, que se te apareció en el camino que traias, me ha enviado para que recobres la vista, y quedes lleno del Espíritu santo.

18 Al momento cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; y levantándose fue bautizado.

19 Y habiendo tomado despues alimento, recobró sus fuerzas. Estuvo algunos dias con los discípulos que habitaban en Damasco.

20 Y desde luego empezó á predicar en las syna-


  1. Véase Vaso.