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CAPÍTULO VI.

8 Mas Esteban, lleno de gracia y de fortaleza, obraba grandes prodigios y milagros entre el pueblo.

9 Levantáronse pues algunos de la synagoga llamada de los libertinos ó libertos, y de las synagogas de los cyreneos, de los alejandrinos, de los cilicianos y de los asiáticos, y trabaron disputas con Estéban;

10 pero no podian contrarestar á la sabiduria, y al Espíritu que hablaba en él [1].

11 Entónces sobornaron á algunos, que dijesen haberle oido proferir blasfemias contra Moysés y contra Dios.

12 Con eso alborotaron á la plebe, y á los Ancianos, y á los Escribas; y echándose sobre él le arrebataron, y trajeron al concilio,

13 y produjeron testigos falsos que afirmasen: Este hombre no cesa de proferir palabras contra este Lugar santo, y contra la Ley,

14 pues nosotros le hemos oido decir: Que aquel Jesus nazareno ha de destruir este lugar, y mudar las tradiciones ú observancias que nos dejó ordenadas Moysés.

15 Entonces fijando en él los ojos todos los del concilio, vieron su rostro como el rostro de un ángel.