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CAPÍTULO V.

2 Y, de acuerdo con ella, retuvo parte del precio; y trayendo el resto, púsole á los pies de los apóstoles.

3 Mas Pedro le dijo: Ananías, ¿cómo ha tentado Satanás tu corazon, para que mintieses al Espíritu santo, reteniendo parte del precio de ese campo?

4 ¿Quién te quitaba el conservarle? Y aunque le hubieses vendido, ¿no estaba su precio á tu disposicion? ¿Pues á qué fin has urdido en tu corazon esta trampa? No mentiste á hombres, sino á Dios.

5 Al oir Ananías estas palabras, cayó en tierra y espiró. Con lo cual todos los que tal suceso supieron, quedaron en gran manera atemorizados.

6 En la hora misma vinieron unos mozos, y le sacaron y llevaron á enterrar.

7 No bien se pasaron tres horas, cuando su muger entró, ignorante de lo acaecido.

8 Díjole Pedro: Dime, muger, ¿es así que vendisteis el campo por tanto? Si, respondió ella, por ese precio le vendimos.

9 Entonces Pedro le dijo: ¿Por qué os habeis concertado para tentar al Espíritu del Señor? Hé aquí á la puerta los que enterraron á tu marido; y ellos mismos te llevarán á enterrar.

10 Al momento cayó á sus pies, y espiró. Entrando luego los mozos, encontráronla muerta, y sacándola, la enterraron al lado de su marido.

11 Lo que causó gran temor en toda la Iglesia, y en todos los que tal suceso oyeron [1].


  1. En vista de la severidad con que castigaba Dios la