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CAPÍTULO IV.

24 Ellos al oirlo, levantaron todos unánimes la voz á Dios, y dijeron; Señor, tú eres el que hiciste el cielo, y la tierra, el mar, y todo cuanto en ellos se contiene:

25 el que, hablando el Espíritu santo por boca de David nuestro padre, y siervo tuyo, dijiste: ¿Por qué se han alborotado las naciones, y los pueblos han forjado empresas vanas?

26 Armáronse los reyes de la tierra, y los príncipes se coligaron contra el Señor y contra su Christo.

27 Porque verdaderamente se mancomunaron en esta ciudad contra tu santo hijo Jesus, á quien ungiste, Heródes y Poncio Pilato, con los gentiles, y las tribus de Israél,

28 para ejecutar lo que tu poder y providencia determinaron que se hiciese [1].

29 Ahora pues Señor mira sus vanas amenazas, y da á tus siervos el predicar con toda confianza tu palabra,

30 extendiendo tu poderosa mano para hacer curaciones, prodigios y portentos en el nombre de Jesus, tu santo Hijo [2].


  1. Los príncipes, por grande que sea su poder, no son mas que ejecutores de los designios de Dios. El Señor hace servir para la salvacion del género humano y santificacion de las almas, las voluntades corrompidas y criminales de Pilato, Heródes, etc.
  2. Que sean pruebas de su divinidad, y señales de que tú nos envías.