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CAPÍTULO I.

19 Porque Jesu-Christo, Hijo de Dios, que os hemos predicado nosotros, esto es, yo, y Silvano, y Timotheo, no es tal que se hallen en él el si y el no, sino que en él todo es inmutable, un si invariable.

20 Pues todas cuantas promesas hay de Dios, tienen en este si su verdad; y tambien por él mismo todo tiene su infalible cumplimiento para honra y gloria de Dios, lo cual hace tambien la gloria de nuestro ministerio.

21 Así Dios es el que á nosotros junto con vosotros nos confirma en la fé de Christo, y el que nos ha ungido con su uncion;

22 el que asimismo nos ha marcado con su sello, y que por arrhas de los bienes que nos ha prometido, nos da el Espíritu santo en nuestros corazones.

23 Por lo que á mí hace, tomo á Dios por testigo y deseo que me castigue si no digo la verdad, que el no haber pasado todavía á Corintho, ha sido para poder ser indulgente con vosotros[1]: no es esto porque dominemos en vuestra fé[2]; al contrario procuramos contribuir á vuestro gozo, puesto que permaneceis firmes en la fé que recibisteis.

    con aquella incertidumbre y variacion que acompaña á las cosas humanas.

  1. Para dar tiempo de que se corrijan esos desórdenes, que deberia castigar con rigor en algunos de vosotros.
  2. Ni queramos tiranizar vuestras conciencias.