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CAPÍTULO I.

5 Porque á medida que se aumentan en nosotros las aflicciones por amor de Christo, se aumenta también nuestra consolacion por Christo.

6 Porque si somos atribulados, lo somos para vuestra edificación y salud[1]; si somos consolados, lo somos para vuestra consolación[2]; si somos confortados, lo somos para confortación y salvacion vuestra, cuya obra se perfecciona con la paciencia con que sufrís las mismas penas, que igualmente sufrimos nosotros;

7 de suerte que nuestra esperanza es firme por lo tocante á vosotros, sabiendo que así como sois compañeros en las penas, asi lo seréis tambien en la consolacion.

8 Pues no quiero, hermanos, que ignoreis la tribulacion que padecimos en el Asia[3], los males de que nos vimos abrumados, tan excesivos y tan superiores á nuestras fuerzas, que nos hacian pesada la misma vida.

9 Pero si sentimos pronunciar allá dentro de nosotros el fallo de nuestra muerte, fue á fin de que no pusiésemos nuestra confianza en nosotros, sino en Dios, que resucita á los muertos;

10 el cual nos ha librado, y nos libra aun de tan graves peligros de muerte, y en quien confiamos que todavía nos ha de librar,


  1. Para enseñaros que las aflicciones son la herencia de los hijos de Dios en esta vida.
  2. Para que la esperéis igualmente en vuestros trabajos.
  3. Act. XIX. V. . 24.