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CAPÍTULO XIV.

lenguas, y con otros acentos á este pueblo; y ni aun así me creerán, dice el Señor.

22 Así pues el don de las lenguas es una señal no para los fieles, sino para los infieles [1]; mas el de las profecías no se ha dado para convertir á los infieles, sino para instruir á los fieles [2].

23 Ahora bien, si estando congregada toda la Iglesia en un lugar, y poniéndose todos á hablar lenguas diferentes, entran gentes idiotas ó rudas, ó bien infieles, ¿no dirán que estais locos?

24 Mas al contrario, si profetizando todos [3], entra un infiel, ó un idiota, de todos será convencido, será juzgado de todos:

25 los secretos de su corazon se harán manifiestos, y por tanto postrado sobre su rostro adorará á Dios, confesando que verdaderamente Dios está en medio de vosotros.

26 Pues ¿qué es lo que se ha de hacer, hermanos mios? Vedlo aquí: si cuando os congregais, uno de vosotros se halla inspirado de Dios, para hacer un himno, otro para instruir, este para revelar alguna cosa de Dios, aquel para hablar lenguas, otro para interpretarlas; hágase todo para edificacion de los fieles.


  1. Is. XXVIII. v.11. Para que con este prodigio escuchen atentos la predicacion del Evangelio.
  2. Y así el don de profecía es mas útil á la Iglesia, que el de lenguas.
  3. O explicando por turno los misterios de nuestra religion, y anunciando lo secreto y venidero.