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CAPÍTULO II.

18 Si por cierto: yo derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y sobre mis sierras en aquellos dias, y profetizarán:

19 yo haré que se vean prodigios arriba en el cielo, y portentos abajo en la tierra, sangre, y fuego, y torbellinos de humo.

20 El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre [1], antes que llegue el dia grande y patente del Señor.

21 Entónces todos los que hayan invocado el nombre del Señor, serán salvos [2].

22 ¡Oh hijos de Israél! escuchadme ahora: A Jesus de Nazareth, hombre autorizado por Dios á vuestros ojos, con los milagros, maravillas y prodigios que por medio de él ha hecho entre vosotros, como todos sabeis;

23 á este Jesus, dejado á vuestro arbitrio por una órden expresa de la voluntad de Dios, y decreto de su presciencia, vosotros le habeis hecho morir, clavándole en la cruz por mano de los impíos;

24 pero Dios le ha resucitado, librándole de los dolores ó ataduras de la muerte, siendo, como era, imposible quedar él preso ó detenido por ella en tal lugar.

25 Porque ya David en persona de él decia [3]: Tenia siempre presente al Señor ante mis ojos, pues está


  1. Esto es, aparecerá de color sangriento.
  2. Joel II. v.32.
  3. Psalm. XV. v.8.