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CAPÍTULO VIII.

carne, para vivir segun la carne, sino al Espíritu de Dios.

13 Porque si viviéreis segun la carne, moriréis; mas si con el espíritu haceis morir las obras ó pasiones de la carne, viviréis.

14 Siendo cierto que los que se rigen por el espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.

15 Porque no habeis recibido ahora el espíritu de servidumbre para obrar todavía solamente por temor como esclavos, sino que habeis recibido el espíritu de adopcion de hijos, en virtud del cual clamamos con toda confianza: ¡Abba! [1] esto es, ¡Oh Padre mio!

16 Y con razon; porque el mismo Espíritu de Dios está dando testimonio á nuestro espíritu [2], de que somos hijos de Dios.

17 Y siendo hijos, somos tambien herederos; herederos de Dios, y coherederos con Jesu-Christo, con tal, no obstante que padezcamos con él, á fin de que seamos con él glorificados.

18 A la verdad yo estoy firmemente persuadido de que los sufrimientos ó penas de la vida presente no son de comparar con aquella gloria venidera, que se ha de manifestar en nosotros.

19 Así las criaturas todas están aguardando con grande ansia la manifestacion de los hijos de Dios.

20 Porque se ven sujetas á la vanidad ó mudanza,


  1. Véase Abba.
  2. Con la confianza y amor que nos inspira.