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CAPÍTULO II.

3 Tú pues ¡oh hombre! que condenas á los que tales cosas hacen, y no obstante las haces, ¿piensas acaso que podrás huir del juicio de Dios?

4 ¿O desprecias tal vez las riquezas de su bondad, y de su paciencia, y largo sufrimiento? ¿no reparas que la bondad de Dios [1] te está llamando á la penitencia?

5 Tú al contrario, con tu dureza y corazon impenitente, vas aresorándote ira y mas ira para el dia de la venganza, y de la manifestacion del justo juicio de Dios,

6 el cual ha de pagar á cada uno segun sus obras;

7 dando la vida eterna á los que, por medio de la perseverancia en las buenas obras, aspiran á la gloria, al honor, y á la inmortalidad;

8 y derramando su cólera y su indignacion sobre los espíritus porfiados, que no se rinden á la verdad, sino que abrazan la injusticia.

9 Así que tribulacion y angustias aguardan sin remedio al alma de lodo hombre que obra mal, del judío primeramente, y despues del griego [2].

10 Mas la gloria, el honor y la paz serán la porcion hereditaria de todo aquel que obra bien, del judío priramente, y despues del griego;

11 porque para con Dios no hay acepcion de personas.

12 Y así todos los que pecaron sin tener Ley escrita,


  1. Los mismos bienes que te concede.
  2. Véase Griego.