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CAPÍTULO XXVI.

15 Yo entonces respondí: ¿Quién eres tú, Señor? Y el Señor me dijo: Yo soy Jesus, á quien tú persigues.

16 Pero levántate, y ponte en pié; pues para esto te he aparecido, á fin de constituirte ministro, y testigo de las cosas que has visto, y de otras que te mostraré apareciéndome á tí de nuevo,

17 y yo te libraré de las manos de este pueblo, y de los gentiles, á los cuales ahora te envío,

18 á abrirles los ojos, para que se conviertan de las tinieblas á la luz, y del poder de Satanás á Dios, y con esto reciban la remision de sus pecados, y tengan parte en la herencia de los santos, mediante la fé en mí.

19 Así que, ¡oh rey Agrippa! no fui rebelde á la vision celestial:

20 antes bien empezé á predicar primeramente á los judíos que están en Damasco, y en Jerusalem, y por todo el pais de Judea, y despues á los gentiles, que hiciesen penitencia, y se convirtiesen á Dios, haciendo dignas obras de penitencia.

21 Por esta causa los judíos me prendieron, estando yo en el Templo, é intentaban matarme.

22 Pero ayudado del auxilio de Dios, he perseverado hasta el dia de hoy, testificando la verdad á grandes y á pequeños, no predicando otra cosa mas que lo que Moysés y los Profetas predijeron que habia de suceder,

23 es á saber, que Christo habia de padecer la muerte, y que seria el primero que resucitaria de en-