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CAPÍTULO XVII.

rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la nieve.

3 Y al mismo tiempo les aparecieron Moysés y Elías, conversando con él de lo que debia padecer en Jerusalem.

4 Entonces Pedro tomando la palabra, digo á Jesus: Señor, bueno es estarnos aquí: si te parece, formemos aquí tres pabellones, uno para tí, otro para Moysés, y otro para Elías.

5 Todavía estaba Pedro hablando, cuando una nube resplandeciente vino á cubrirlos. Y al mismo instante resonó desde la nube una voz que decia: Este es mi querido Hijo, en quien tengo todas mis complacencias: á el habeis de escuchar.

6 A cuya voz los discípulos cayeron sobre su rostro en tierra, y quedaron poseidos de un grande espanto.

7 Mas Jesus se llegó á ellos, los tocó, y les dijo: Levantáos, y no tengais miedo.

8 Y alzando los ojos, no vieron á nadie sino á solo Jesus.

9 Y al bajar del monte, les puso Jesus precepto, diciendo: No digais á nadie lo que habeis visto, hasta tanto que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.

10 Sobre lo cual le preguntaron los discípulos: ¿Pues cómo dicen los Escribas que debe venir primero Elías?

11 A esto Jesus les respondió: En efecto, Elías ha