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CAPÍTULO XVI.

esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas ó poder del infierno no prevalecerán contra ella.

19 Y á tí te daré las llaves del reino de los cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra, será tambien atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será tambien desatado en los cielos.

20 Entonces mandó á sus discípulos que á nadie dijesen que él era Jesus el Christo ó Mesías [1].

21 Y desde luego comenzó á manifestar a sus discípulos que convenía que fuese él á Jerusalem, y que allí padeciese mucho de parte de los Ancianos [2], y de los Escribas, y de los príncipes de los sacerdotes, y que fuese muerto, y que resucitase al tercer día.

22 Tomándole á parte Pedro, trataba de disuadirselo diciendo: ¡Ah Señor! de ningun modo: no, no ha de verificarse eso en tí.

23 Pero Jesus vuelto á él, le dijo: Quítateme de delante, Satanás, que me escandalizas [3]; porque no tienes conocimiento ni gusto de las cosas que son de Dios, sino de las de los hombres.

24 Entonces dijo Jesus á sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y cargue con su cruz, y sígame.

25 Pues quien quisiere salvar su vida obrando con-


  1. Pues debia antes padecer la muerte, y así; entrar en su gloria.
  2. Véase Anciano, Escriba, Sacerdote.
  3. Véase Escándalo.