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PRÓLOGO.

Hace ya muchos años que se deseaba en España una version castellana de las santas Escrituras hecha con aquella justa libertad, con que se han traducido en las demas naciones cristianas, especialmente la italiana y la francesa. Y así es que fue recibida con singular aprecio la que publicó el R. P. Felipe Scio, preceptor de los señores Infantes, y despues obispo de Segovia; ménos sujeta ya á los modismos y sintáxis de las lenguas hebrea y griega, que las antiguas versiones de Ferrara, Valera, etc., y depurada de muchas voces anticuadas y confusas que hacen pesada la lectura de aquellas. La nueva version se esparció luego por todo el vasto territorio de la monarquía española; y los sábios han hecho la debida justicia al mérito del digno traductor, elogiando sus laboriosas tareas.

Pero cuando tradujo el P. Scio la sagrada