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CAPÍTULO XII.

6 Pues yo os digo, que aquí está uno que es mayor que el Templo.

7 Que si vosotros supiéseis bien lo que significa: Mas quiero la misericordia, que no el sacrificio [1]; jamás hubiérais condenado á los inocentes.

8 Porque el hijo del hombre es dueño aun del sábado.

9 Habiendo partido de allí, entró en la synagoga de ellos,

10 donde se hallaba un hombre que tenia seca una mano; y preguntaron á Jesus, para hallar motivo de acusarle: ¿Si era lícito curar en dia de sábado?

11 Mas él les dijo: ¿Qué hombre habrá entre vosotros, que tenga una oveja, y si esta cae en una fosa en dia de sábado, no la levante y saque fuera?

12 ¿Pues cuánto mas vale un hombre que una oveja? Luego es lícito el hacer bien en dia de sábado.

13 Entonces dijo al hombre: Extiende esa mano. Estiróla, y quedó tan sana como la otra.

14 Mas los Fariseos, en saliendo, se juntaron para urdir tramas contra él, y perderle.

15 Pero Jesus entendiendo esto, se retiró; y muchos enfermos le siguieron, y á todos ellos los curó,

16 previniéndoles fuertemente que no le descubriesen.