que los muertos, ó gentes que no tienen la vida de la fé, entierren á sus muertos [1].
23 Entró pues en una barca acompañado de sus discípulos;
24 y hé aqui que se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las ondas cubrían la barca, mas Jesus estaba durmiendo.
25 Y acercándose á él sus discípulos, le deSpertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos.
26 Díceles Jesus: ¿De qué temeis, oh hombres de poca fé? Entónces puesto en pié, mandó á los vientos y al mar que se apaciguáran, y siguióse una gran bonanza.
27 De lo cual asombrados todos los que estaban allí, se decian: ¿Quién es este, que los vientos y el mar le obedecen?
28 Desembarcado en la otra ribera del lago en el pais de los gerasenos [2], fueron al encuentro de él, saliendo de los sepulcros [3] en que habitaban, dos endemoniados tan furiosos que nadie osaba transitar por aquel camino.
29 Y luego empezaron á gritar, diciendo: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, oh Jesus Hijo de
- ↑ Es una frase proverbial, en la cual, por la elegante figura que los griegos llaman antanáclasis, se repite una misrna voz en una cláusula, pero en un sentido diferente.
- ↑ Gergesenos ó gadarenos
- ↑ Véase Sepulcros, Endemoniados.