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CAPÍTULO XVI.

tiempo en que quien os matáre, se persuada hacer un obsequio á Dios.

3 Y os tratarán de esta suerte, porque no conocen al Padre, ni á mí.

4 Pero yo os he advertido estas cosas, con el fin de que cuando llegue la hora, os acordeis de que ya os las habia anunciado.

5 Y no os las dije al principio, porque entónces yo estaba con vosotros; mas ahora me voy á aquel que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A donde vas?

6 Porque os he dicho estas cosas, vuestro corazon se ha llenado de tristeza [1].

7 Mas yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya, porque si yo no me voy, el Consolador, ó abogado, no vendrá á vosotros; pero si me voy, os le enviaré.

8 Y cuando él venga, convencerá al mundo en órden al pecado, en órden á la justicia, y en órden al juicio.


  1. ¡Cuán pocos son los que ven venir la cruz sin entristecerse! Más ocupa nuestro corazon el temor de perder un bien sensible y terreno, que la esperanza de los bienes celestiales que la fé nos propone. La tristeza cristiana nunca debe ocupar del todo nuestro corazon: siempre debe tener en él mayor influjo, ó dominar mas la esperanza que inspira la fé, y que llena de alegria al justo en medio de los mayores tormentos. El modo de mantener tranquilo nuestro ánimo, es temerlo todo de parte de los hombres, y esperarlo todo de la gracia de Jesu-Christo.