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CAPÍTULO XII.

23 Jesus les respondió, diciendo: Venida es la hora en que debe ser glorificado el Hijo del hombre.

24 En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo, despues de echado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto.

25 Así el que ama desordenadamente su alma, la perderá; mas el que aborrece ó mortifica su alma en este mundo, la conserva para la vida eterna.

26 El que me sirve, sígame: que donde yo estoy, allí estará tambien el que me sirve; y á quien me sirviere, le honrará mi Padre.

27 Pero ahora mi alma se ha conturbado. Y ¿que diré? ¡Oh Padre! líbrame de esta hora. Mas no: que para esa misma hora he venido al mundo.

28 ¡Oh Padre! glorifica tu santo nombre. Al memento se oyó del cielo esta voz: Le he glorificado ya, y le glorificaré todavía mas.

29 La gente que alli estaba, y oyó el sonido de esta voz, decia que aquello habia sido un trueno. Otros decian: Un ángel le ha hablado.

30 Jesus les respondió, y dijo: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros.

31 Ahora mismo va á ser juzgado el mundo: ahora el príncipe de este mundo va á ser lanzado fuera.

32 Y cuando yo seré levantado en alto en la tierra, todo lo atraeré á mí:

33 (esto lo decia para significar de qué muerte habia de morir).

34 Replicóle la gente: Nosotros sabemos por la