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CAPÍTULO X.

2 Mas el que entra por la puerta, pastor es de las ovejas.

3 A este el portero le abre, y las ovejas escuchan su voz, y él llama por su nombre á las ovejas propias, y las saca fuera al pasto.

4 Y cuando ha hecho salir sus propias ovejas, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

5 Mas a un extraño no le siguen, sino que huyen de él; porque no conocen la voz de los extraños.

6 Este símil les puso Jesus; pero no entendieron lo que les decia.

7 Por eso Jesus les dijo segunda vez por lo claro: En verdad, en verdad os digo, que yo soy la puerta de las ovejas:

8 Todos los que hasta ahora han venido, ó entrado por otra parte, son ladrones y salteadores, y así las ovejas no los han escuchado.

9 Yo soy la puerta. El que por mí entráre, se salvará; y entrará y saldrá sin tropiezo, y hallará pastos.

10 El ladron no viene sino para robar, y matar, y hacer estrago. Mas yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en mas abundancia.

11 Yo soy el buen pastor[1]. El buen pastor sacrifica su vida por sus ovejas.

12 Pero el mercenario, y el que no es el propio