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CAPÍTULO IX.

25 Mas él les respondió: Si es pecador, yo no lo sé: solo sé que yo antes era ciego, y ahora veo.

26 Replicáronle: ¿Qué hizo él contigo? ¿cómo te abrió los ojos?

27 Respondióles: Os lo he dicho ya, y lo habeis oido: ¿á qué fin quereis oirlo de nuevo? ¿Si será que tambien vosotros quereis haceros discípulos suyos?

28 Entónces le llenaron de maldiciones, y por fin le dijeron: Tú seas su discípulo; que nosotros somos discípulos de Moysés.

29 Nosotros sabemos que á Moysés le habló Dios; mas este no sabemos de dónde es.

30 Respondió aquel hombre, y les dijo: Aquí está la maravilla, que vosotros no sabeis de dónde es este, y con todo ha abierto mis ojos:

31 lo que sabemos es que Dios no oye á los pecadores [1]; sino que aquel que honra á Dios y hace su voluntad, este es á quien Dios oye.

32 Desde que el mundo es mundo, no se ha oido jamás, que alguno haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento.

33 Si este hombre no fuese enviado de Dios, no podria hacer nada de lo que hace.

34 Dijéronle en respuesta: Saliste del vientre de tu madre envuelto en pecados, ¿y tú nos das lecciones? Y le arrojaron fuera.

35 Oyó Jesus que le habian echado fuera; y hacién-


  1. De suerte que hagan milagros en prueba de su falsa doctrina.