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CAPÍTULO IV.

7 Vino entónces una muger samaritana, á sacar agua. Díjole Jesus: Dame de beber,

8 (Es de advertir que sus discípulos habian ido á la ciudad a comprar de comer.)

9 Pero la muger samaritana le respondió: ¿Cómo tú siendo judío, me pides de beber á mí, que soy samaritana? Porque los judíos no se avienen ó comunican con los samaritanos.

10 Díjole Jesus en respuesta: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; puede ser que tú le hubieras pedido á él, y él te hubiera dado agua viva.

11 Dícele la muger: Señor, tú no tienes con que sacarla, y el pozo es profundo: ¿dónde tienes pues esa agua viva?

12 ¿Eres tú por ventura mayor que nuestro padre Jacob, que nos dió este pozo, del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?

13 Respondióle Jesus: Cualquiera que bebe de esta agua, tendrá otra vez sed; pero quien bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás volverá á tener sed:

14 antes el agua que yo le daré, vendra á ser dentro de él un manantial de agua que manará sin cesar hasta la vida eterna.

15 La muger le dijo: Señor, dame de esa agua, para que no tenga yo mas sed, ni haya de venir aquí a sacarla.

16 Pero Jesus le dijo: Anda, llama á tu marido, y vuelve con él acá.