dian, al que por causa de homicidio y sedicion habia sido encarcelado; y á Jesus le abandonó al arbitrio de ellos.
26 Al conducirle al suplicio, echaron mano de un tal Simon natural de Cyrene, que venia de una granja; y le cargaron la cruz para que la llevára en pos de Jesus [1].
27 Seguíale gran muchedumbre de pueblo, y de mugeres, las cuales se deshacian en llantos, y le plañian.
28 Pero Jesus vuelto á ellas, les dijo: Hijas de Jerusalem, no lloreis por mí, llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos.
29 Porque presto vendrán dias en que se diga: Dichosas las estériles, y dichosos los vientres que no concibieron, y los pechos que no dieron de mamar.
30 Entónces comenzarán á decir á los montes: Caed sobre nosotros; y á los collados: Sepuiltaduos.
31 Pues si al árbol verde le tratan de esta manera, ¿en el seco qué se hará [2]?
32 Eran tambien conducidos con Jesus á la muerte otros dos facinerosos.
- ↑ Simon iba detrás de Jesus sosteniendo el extremo de la cruz. Así lo entienden muchos expositores. Matth. XXVII. v.32.
- ↑ Proverbio hebreo con que se denota, que si tales tormentos padece el Justo y el Santo por esencia, ¿qué no deben temer los impíos y pecadores? Los hebreos comparaban al justo á un árbol verde y frondoso, y solían comparar al hombre malo á un tronco árido y seco.