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CAPÍTULO XX.

16 Vendrá en persona, y perderá á estos colonos, y dará su viña á otros. Lo que oido por los príncipes de los sacerdotes, dijeron: No lo permita Dios.

17 Pero Jesus clavando los ojos en ellos, dijo: ¿Pues qué quiere decir lo que está escrito [1]: La piedra que desecharon los arquitectos, esa misma vino á ser la principal piedra del ángulo?

18 De suerte que quien cayere sobre la dicha piedra, se estrellará; y aquel sobre quien ella cayere, quedará hecho añicos.

19 Entónces los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas, desearon prenderle en aquella misma hora; porque bien conocieron que contra ellos se dirigia la parábola propuesta; mas temieron al pueblo.

20 Entre tanto, como andaban acechándole, enviaron espías, que hiciesen de los virtuosos, para cogerle en alguna palabra, á fin de tener ocasion de entregarle á la jurisdiccion y potestad del gobernador.

21 Así le propusieron una cuestion en estos términos: Maestro, bien sabemos que tú hablas, y enseñas lo que es justo, y que no andas con respetos humanos, sino que enseñas el camino de Dios segun la pura verdad:

22 ¿nos es lícito á nosotros, pueblo escogido de Dios, el pagar tributo á César, ó no?

23 Mas Jesus, conociendo su malicia, les dijo: ¿Para que venis á tentarme?