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CAPÍTULO XVIII.

28 Entonces dijo Pedro: Bien ves que nosotros hemos dejado todas las cosas, y seguídote.

29 Díjoles Jesus: En verdad os digo, ninguno hay que haya dejado casa, ó padres, ó hermanos, ó esposa, ó hijos, por amor del reino de Dios,

30 el cual no reciba mucho mas en este siglo en bienes sólidos y celestiales, y en el venidero la vida eterna.

31 Despues tomando Jesus á parte a los doce apóstoles, les dijo: Ya veis que subimos á Jerusalem, donde se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los Profetas acerca del Hijo del hombre;

32 porque será entregado en manos de los gentiles, y escarnecido, y azotado, y escupido:

33 y despues que le hubieren azotado, le darán la muerte, y al tercer dia resucitará.

34 Pero ellos ninguna de estas cosas comprendieron, antes era este un lenguage desconocido para ellos, ni entendian la significacion de las palabras dichas.

35 Y al acercarse á Jerichô, estaba un ciego sentado á la orilla del camino, pidiendo limosna.

36 Y sintiendo el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué novedad era aquella.

37 Dijéronle que Jesus nazareno pasaba por allí de camino.

38 Y al punto se puso á gritar: Jesus, hijo de David, ten piedad de mí.

39 Los que iban delante, le reprendian para que callase. Pero él levantaba mucho mas el grito: Hijo de David, ten piedad de mi.