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CAPÍTULO VIII.

29. Y es que Jesus mandaba al espíritu inmundo que saliese de aquel hombre, porque hacia mucho tiempo que estaba de él apoderado; y por mas que le ataban con cadenas y ponian grillos, rompia las prisiones, y acosado del demonio huia á los desiertos.

30 Jesus le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y el respondió: Legion; porque eran muchos los demonios entrados en él.

31 Y le suplicaban estos que no les mandase ir al abismo.

32 Andaba por allí una gran piara de cerdos paciendo en el monte; con esta ocasion le pedian que les permitiera entrar en ellos. Y se lo permitió.

33 Salieron pues del hombre los demonios, y entraron en los cerdos; y de repente toda la piara corrió a arrojarse por un precipicio al lago, y se anegó.

34 Viendo esto los que los guardaban, echaron á huir, y fuéronse á llevar la nueva á la ciudad, y por los cortijos,

35 de donde salieron las gentes á ver lo que habia sucedido; y viniendo a Jesus, hallaron al hombre, de quien habian salido los demonios, sentado á sus pies, vestido y en su sano juicio, y quedaron espantados.

36 Contáronles asimismo los que habian estado presentes, de qué manera habia sido librado de la legion de demonios:

37 entónces todos los gerasenos á una le suplicaron que se retirase de su pais, por hallarse sobrecogidos de grande espanto. Subiendo pues Jesus en la barca, se volvió.