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CAPÍTULO II.

30 Porque ya mis ojos han visto al Salvador que nos has dado;

31 al cual tienes destinado para que, expuesto á la vista de todos los pueblos,

32 sea luz brillante que ilumine á los gentiles, y la gloria de tu pueblo de Israél.

33 Su padre y su madre escuchaban con admiracion las cosas que de él se decian.

34 Simeon bendijo á entrambos, y dijo á María su madre: Mira, este niño que ves, está destinado para ruina, y para resurreccion de muchos en Israél [1]; y para ser el blanco de la contradiccion de los hombres:

35 lo que será para tí misma una espada que traspasará tu alma, á fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos.

36 Vivia entónces una profetisa llamada Anna, hija de Phanuel, de la tribu de Aser, que era ya de edad muy avanzada, y la cual, casada desde la flor de ella, vivió con su marido siete años.

37 Y habíase mantenido viuda hasta los ochenta y cuatro de su edad, no saliendo del Templo, y sirviendo en él á Dios dia y noche con ayunos y oraciones.

38 Esta pues, sobreviniendo á la misma hora, alababa igualmente al Señor; y hablaba de él á todos los que esperaban la redencion de Israél.

39 Y María y Joseph con el niño Jesus, cumplidas