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CAPÍTULO.

11 Cuando pues llegáre el caso de que os lleven para entregaros en sus manos, no discurrais de antemano lo que habeis de hablar; sino hablad lo que os será inspirado en aquel trance, porque no sois entónces vosotros los que habiais, sino el Espíritu santo.

12 Entónces el hermano entregará á la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y les quitarán la vida.

13 Y vosotros seréis aborrecidos de todo el mundo por causa de mi nombre. Mas quien estuviere firme ó perseveráre en la fé hasta el fin, este será salvo.

14 Cuando empero viéreis la abominacion de la desolacion [1], establecida donde ménos debiera, (el que lea esto, haga reflexion sobre ello) entónces los que moran en Judea, huyan á los montes;

15 y el que se encuentre en el terrado, no baje á casa, ni entre á sacar de ella cosa alguna;

16 y el que esté en el campo, no torne atrás á tomar su vestido.

17 Mas ¡ay de las que estarán en cinta, y de las que criarán en aquellos dias!

18 Por eso rogad á Dios que no sucedan estas cosas durante el invierno.

19 Porque serán tales las tribulaciones de aquellos dias, cuales no se han visto desde que Dios crió al mundo, hasta el presente, ni se verán.

20 Y si el Señor no hubiese abreviado aquellos