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CAPÍTULO VIII.

6 Entónces mandó Jesus á la gente que se sentára en tierra. Y tomando los siete panes, dando gracias, los partió, y dábaselos á sus discípulos para que los distribuyesen entre la gente, y se los repartieron.

7 Tenian ademas algunos pececillos: bendijolos tambien, y mandó distribuirselos.

8 Y comieron hasta saciarse, y de las sobras recogieron siete espuertas,

9 siendo al pié de cuatro mil los que habian comido: en seguida Jesus los despidió.

10 E inmediatamente, embarcándose con sus discípulos, pasó al territorio de Dalmanutha,

11 donde salieron los Fariseos, y empezaron á disputar con él, pidiéndole, con el fin de tentarle, que les hiciese ver algun prodigio del cielo.

12 Mas Jesus, arrojando un suspiro de lo íntimo del corazon, dijo: ¿Por qué pedirá esta raza de hombres un prodigio? En verdad os digo, que á esa gente no se le dará el prodigio que pretende.

13 Y dejándolos, se embarcó otra vez, pasando á la ribera opuesta.

14 Habíanse olvidado los discípulos de hacer provision de pan, ni tenian mas que un solo pan consigo en la barca.

15 Y Jesus los amonestaba, diciendo: Estad alerta, y guardáos de la levadura de los Fariseos, y de la levadura de Heródes.

16 Mas ellos discurriendo entre sí, se decian uno al otro: En verdad que no hemos tomado pan.

17 Lo cual habiéndolo conocido Jesus, les dijo: