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CAPÍTULO XXVII.

sangre inocente. A lo que dijeron ellos: A nosotros ¿que nos importa? allá te las hayas.

5 Mas él arrojando el dinero en el Templo, se fue, y echándose un lazo, desesperado, se ahorcó.

6 Pero los príncipes de los sacerdotes, recogidas las monedas, dijeron: No es lícito meterlas en el tesoro del Templo, siendo como son precio de sangre [1].

7 Y habiéndolo tratado en consejo, compraron con ellas el campo de un alfarero, para sepultura de los extrangeros.

8 Por lo cual se llamó dicho campo Hacéldama, esto es, campo de sangre, y así se llama hoy dia.

9 Con lo que vino á cumplirse lo que predijo el Profeta Jeremías, que dice [2]: Recibido han las treinta monedas de plata, precio del puesto en venta, segun que fue valuado por los hijos de Israel;

10 y empleáronlas en la compra del campo de un alfarero, como me lo ordenó el Señor.

11 Fue pues Jesus presentado ante el presidente, y el presidente le interrogó, diciendo: ¿Eres tú el rey


  1. Nótese la union de la hipocresía con la mas horrenda y solapada malicia.
  2. Tal vez se lee ahora Jeremías en lugar de Zachârias por error de los copiantes. Pero otros con mas fundamento opinan, que es una de las profecías de Jeremías que se conservaban por tradicion, y escribió despues Zachârías, del cual decian los judíos que tenia el espíritu de Jeremías. Finalmente puede decirse que esta profecía está tomada parte de Jeremías y parte de Zachârías. Jerem. XXXII. v. 7.—Zach. XI. v. 12.