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30 y decís: Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la muerte de los Profetas.

31 Con lo que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de los que mataron á los Profetas.

32 Acabad pues de llenar la medida de vuestros padres haciendo morir al Mesías.

33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿como será posible que eviteis el ser condenados al fuego del infierno [1]?

34 Porque he aquí que yo voy á enviaros Profetas, y sabios, y Escribas, y de ellos degollaréis á unos, crucificareis á otros, á otros azotaréis en vuestras synagogas, y los andaréis persiguiendo de ciudad en ciudad [2]:

35 para que recaiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre: del justo Abel hasta la sangre de Zacharías [3], hijo de Barachîas, á quien matásteis entre el Templo el altar.

36 En verdad os digo, que todas estas cosas vendrán á caer sobre la generacion presente [4].{


  1. Véase Infierno.
  2. Como al apóstol Santiago, a quien hicieron cortar la cabeza, Act. XII. v. 2; á san Esteban, VII. v. 57, á san Juan y san Pedro, v. 40; á san Pablo y san Bernabé, XIII. v. 50.
  3. S. Juan Chrysóstomo cree que este Zachárías es aquel de quien se habla II. Par. v. 20. Véase Templo, Altar.
  4. Cerca de 40 años despues sucedió la entera destruccion de Jerusalem.