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CAPÍTULO XVII.

grande como un granito de mostaza, podréis decir á ese monte: Trasládate de aquí á allá; y se trasladará, y nada os será imposible.

20 Y ademas que esta casta de demonios no se lanza sino mediante la oracion y el ayuno.

21 Mientras estaban ellos en Galilea, dijoles nuevamente Jesus: El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres.

22 Y le matarán, y resucitará al tercer dia. Con lo cual los discípulos se afligieron sobremanera.

23 Habiendo llegado á Capharnaum, se acercaron á Pedro los recaudadores del tributo de las dos dracmas [1], y le dijeron: ¿Qué, no paga vuestro Maestro las dos dracmas?

24 Sí por cierto, respondió. Y habiendo entrado en casa, se le anticipó Jesus diciendo: ¿Qué te parece, Simon? Los reyes de la tierra ¿de quién cobran tributo ó censo? ¿de sus mismos hijos, ó de los extraños?

25 De los extraños, dijo él. Replicó Jesus: Luego los hijos están exentos.

26 Con todo eso, por no escandalizarlos, vé al mar y tira el anzuelo, y coge el primer pez que saliere, y abriéndole la boca, hallarás una pieza de plata de cuatro dracmas: tómala, y dásela por mí, y por tí.

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  1. Tributo que se pagaba por los judíos al Templo. Véase Dracma.