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CAPÍTULO VIII.

viña en Baal-hamon [1], entrególa á unos viñaderos para que la guardaran, y cultiváran: cada uno de ellos le paga por sus frutos mil monedas de plata.

12 La viña mia delante de mí está. Las mil monedas son para tí, oh Pacífico, y doscientas para los que cuidan de los frutos de ella.

§. III. Solamente en el cielo podrá la Iglesia entonar cantares de perfecta alegría.

13 Esposo. Oh tú la que moras en las huertas [2], los amigos están escuchando; hazme oir pues tu sonora voz.

14 Esposa. ¡Ah! corre apriesa, amor mio, y aseméjate á la corza y al cervatillo, huye á los montes de los aromas, si quieres oir mi voz.


  1. O en las cercanías de Jerusalem.
  2. Hemos visto ya que la Iglesia es comparada á un jardin cap. IV. v. 12. y la Esposa á una jardinera. La Iglesia y los santos Padres, especialmente san Ambrosio, aplican muchos lugares de los Cánticos á María santísima, madre del divino Verbo; y así la virgen María es aquella tota pulchra, etc.
FIN DEL LIBRO DEL CANTAR DE CANTARES