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CAPÍTULO VII.

9 la voz de tu garganta así deleita como el mas generoso vino, (—Esposa.) debido á mi amado para que le beba, y se saboree en él conservándole entre sus dientes y lábios.

10 Yo soy dichosa, porque soy toda de mi amado, y su corazon está siempre inclinado á mí.

11 Ea ven, querido esposo mio, salgamos al campo, moremos en las granjas [1].

12 Levantémonos de mañana para ir á las viñas, miremos si están en cierne las vides, si las flores brotan ya los frutos, si florecen los granados: allí te abriré con mas libertad mi corazon.

13 Las mandrágoras están despidiendo su fragancia [2]. Allí tenemos á nuestras puertas toda suerte de frutas exquisitas. Las nuevas y las añejas [3] todas las he guardado para ti, oh amado mio.


    meja los dos pechos; los cuales, en sentido místico, representan los dos preceptos del amor de Dios y del prójimo, ó los dos Testamentos.

  1. Aquí pone el señor Bossnet el fin del dia quinto.
  2. Alude esta expresion figurada á la persuasion de la gente sobre la virtud de las mandrágoras. Véase Gen. XXX. v.14. Véase Escritura.
  3. Lo cual se dice para denotar una gran abundancia. Lev. XXVI. v.10.—Matth. XIII. v.52.