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CAPÍTULO V.

11 Su cabeza, oro finísimo: sus cabellos largos y espesos como renuevos de palmas [1], y negros como el cuervo:

12 sus ojos como los de las palomas que se ven junto a los arroyuelos de aguas, blancas como si se hubiesen lavado con leche, y que se paran á la orilla de corrientes caudalosísimas.

13 Sus mejillas como dos eras de plantas aromáticas, plantadas por hábiles perfumeros: sus lábios, lirios rosados [2] que desfilan mirra purísima:

14 sus manos, de oro, y como hechas á torno, llenas de jacintos: su pecho y vientre como un vaso de marfil guarnecido de zafiros.

15 sus piernas, columnas de mármol, sentadas sobre basas de oro. Su aspecto magestuoso como el del Líbano, y escogido como el cedro entre los árboles.

16 Suavísimo el eco de su voz; y en suma, todo él es envidiable. Tal es mi amado, y ese es mi amigo, hijas de Jerusalem.

17 Amigas de la Esposa. ¿Acia donde partió tu amado, oh hermosísima entre todas las mugeres? ¿por donde se fue, que iremos contigo á buscarle?


  1. O como los vistosos estambres de las palmas.
  2. Estos lirios rosados, ó de color de púrpura, se crían en la Syria, y son muy estimados.