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capítulo i.

tierra de Egypto , para entregarnos en manos del amorrheo, y acabar con nosotros.

28 ¿A dónde iremos? Los mensageros nos han aterrado , diciendo : Es mucho el gentío que hay en el pais, y de mas alta estatura que nosotros : las ciudades son grandes, y fortificadas con muros que llegan hasta el cielo : y allí hemos visto á los hijos de los Enaceos, ó gigantes.

29 Entonces os dije yo : No temais, ni tengais miedo de ellos.

30 El Señor Dios , el cual es vuestro conductor, él mismo peleará por vosotros, como lo hizo en Egypto á vista de todos.

31 Y en el Desierto (tú mismo ¡oh Israel! lo has visto) el Señor tu Dios te ha traido en brazos por todo el camino que habeis andado hasta llegar á este lugar, á la manera que suele un hombre traer á su hijo chiquito.

32 Pero ni aun asi creísteis al Señor vuestro Dios,

33 el cual ha ido él mismo delante de vosotros todo el viage, y ha demarcado los sitios en que debíais plantar las tiendas , enseñándoos el camino , de noche con la columna de fuego, y de dia con la de nube [1][2].

34 Y cuando el Señor oyó el rumor de vuestras quejas , indignado juró y dijo :

35 Ninguno de los hombres de esta pésima ge-