ofertas. En esta rarísima situación psíquica llegué a extremos verdaderamente morbosos. Llenaba mi espíritu un intensísimo sentimiento paternal. Sin duda sufría yo un ataque de altruismo en su forma más aguda y frenética. Antes de referir los casos más extraordinarios de mi dolencia, traeré a estas páginas sucesos públicos que por obligación, no por gusto, debo comunicar a mis parroquianos. Asistí en 1º de Junio a la apertura de las Cortes Constituyentes y a las sesiones del examen de actas; vi la turbamulta de flamantes diputados, caras inocentes, caras de honrada convicción y sinceridad candorosa, caras de rurales novatos, con visajes de marrullería y destellos de ambición. En su estreno, las Constituyentes fueron bautizadas por un profesional del chiste con el apodo de tren de tercera; grande necedad e injusticia, pues el pueblo español dio su representación a bastantes hombres de gran mérito, como a su tiempo se verá.
En los escaños vi a los políticos viejos y jóvenes, que se sustrajeron al retraimiento acordado por todos los partidos no federales: Ríos Rosas, Salaverría, Becerra, Labra, Padial, San Romá, Elduayen, Esteban Collantes, Canalejas, León y Castillo, Mansi, Marqués de la Florida, Romero Robledo, Fernández Villaverde, Silvela y algunos más. De los que tuvieron arte y parte en la Revolución de Septiembre se quedaron sin acta Rivero, Martos, Sagasta, el Duque de la Torre, Topete, Malcampo y Ayala.