como faros luminosos en la esfera del ideal; mas en la acción se apagaban sus indecisas voluntades.
En el correr de los días de Marzo fueron menos frecuentes mis visitas a Candelaria Penélope. Leí sus furibundos ataques a La Roma Papal y unas Consideraciones sobre la equidad tributaria, escritas en prosa poética y seguramente inspiradas por don Basilio Andrés de la Caña. Este logro ser colocado en la Dirección de la Deuda por el señor Tutau, feliz acontecimiento que nos libró del acoso y majaderías pretensioniles del sesudo financiero, quien al fin encontraba la caverna burocrática que por derecho de seriedad le correspondía.
Como ya os he dicho, me fui retirando por escalones de la intimidad de Rosa Patria, no porque su persona me disgustara, sino porque se me hacía muy penosa la obligación de alabar sus escritos, y más aún la de colaborar en ellos. Para romper este vínculo de carácter periodístico y literario tenía que romper también el amoroso, y ello vino tan bien concertado por la suerte que poco tuve que hacer para recobrar mi libertad. Una noche, nos enredamos en agria disputa sobre los reparos que puse a un articulazo que ella escribió con el título El Papado en camisa, y a una poesía truculenta que denominaba Ven pronto, guillotina.
Mis prudentes razones la pincharon en lo más sensible de su vanidad. Rabiosilla, me dijo que yo era un ignorante y que mis ideas