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cinos que alumbran imágenes religiosas, esculturas en general de imponderable mérito; porque hay hornacinas, algunas muy artísticas, en todas las callejuelas... Ayer pasó por la Puerta del Sol un batallón de Nacionales, cuya banda de música, por cierto notabilísima, tocaba la Marsellesa. El público se descubría respetuosamente al pasar los gastadores vistiendo el hábito de San Francisco».

En el desempeño de su cargo desplegaba don Nicolás una diligencia y celo admirables. Visitábale yo con frecuencia, y una noche advertí que se acostaba con las botas puestas, por la necesidad de acudir prontamente a cualquier tumulto que surgiese en la vía pública. Apartado de toda lucha activa, me concretaba yo a cumplir mis deberes burocráticos y a presenciar con tristeza el desconcierto que en todo el país reinaba. Los radicales procedentes del amadeísmo dieron a conservadores y alfonsinos el ejemplo de socavar la situación. El carlismo presentaba cada día nuevos focos de guerra. Los generales de la República eran pocos y malos. Todo el generalato de cuartel era hostil al régimen republicano. En Madrid, que considerábamos como resumen de los sentimientos de la Nación, rara vez veíamos caras que no expresasen una desconfianza severa de nuestros mal comprendidos ideales. Las noticias de Cuba traían mayor zozobra al ánimo turbado de los españoles de todas clases. A mi parecer, la media docena de hombres que simbolizaban el nuevo sistema de Gobierno, lucían