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sultante del vértigo de los goces fáciles, del ansia de asimilar sabidurías de artes y ciencias, que viene a ser la guía del entendimiento. ¿Cree mi buen Tito que estas generaciones, debilitadas por la continua labor pensante y emotiva en el curso precipitado de la vida mental, pueden arrasar las instituciones caducas, y erigir sobre sus ruinas el monumento del Federalismo, que tiene por base las virtudes y el vigor físico de los pueblos?

»A los que como tú se inutilizan para el vivir normal solemos dar el nombre de románticos. Románticos son, pero de estofa ínfima y barata, los que se matan porque la novia se les va con otro, los que se desesperan y reniegan de la Humanidad porque no han podido obtener en un día lo que es fruto de la paciencia en largos años trabajosos.

»Conque ya lo sabes: no quiero verte romántico llorón, ni neurótico, ni flatulento, ni poseído de los demonios, que todos estos nombres han sido aplicados sucesivamente a los enfermos de necedad aguda. Conservando amorosamente el saber que tienes archivado en tu cabeza, ponte a trabajar en una herrería, forjando a fuerza de martillo el metal duro; abre el surco en la tierra, siembra el grano y cosecha la mies; arranca de la cantera el mármol o el granito; agrégate a los ejércitos que entran en batalla; lánzate a la navegación, al comercio, y si logras juntar a tu saber teórico la ciencia práctica que aprenderás en estos trajines, serás un hombre.

»No serás hombre sino un muñeco, si en