tú tienes es holgazanitis, fomentada por el extracto de la uva. Levántate, gandul, y vete al Telégrafo y a la redacción de EL CANTÓN, donde no te faltará tarea».
Preguntado por su reciente aventura, nos dijo Cárceles: «Nada; que salí pitando para Valencia con el tapadillo de prevenir a los federales de allá para que se aguanten contra las tropas de ese perro de Martínez Campos, hasta que les llegue un refuerzo de seis mil hombres que aquí se les prepara... En la fonda de Chinchilla me prendieron y me llevaron a la tierra de las navajas, Albacete. Enchiquerado en el Gobierno civil de aquella ciudad concebí el atrevido proyecto de escapar, y tal como lo pensé lo hice tranquilamente. Al venirme acá encontré por el camino las tropas de Iberia mandadas a rescatarme. Nada: que ya estoy otra vez en Cartagena, dispuesto a pelearme con Dios si no hay aquí sentido y agallas para sacar adelante a nuestro Cantón glorioso».
Salí con Cárceles y le acompañé hasta la redacción de EL CANTÓN MURCIANO. Cuando ya iba camino de mi fonda sentí detrás de mí un siseo penetrante. Volvime... ¡Oh sorpresa!... era Graziella, que me echó la zarpa diciéndome: «¿Dónde te metes, pillastre, que te estoy buscando toda la mañana? Vente conmigo. La Señora te aguarda... ¿De qué te asombras? ¿Qué cara de bobo es esa? Menéate, avefría, que hay que andar un trechito».
Dejeme llevar, poniendo mi paso al compás del suyo ligerísimo. Salimos al muelle,