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XXIII

Al amanecer del siguiente día llegamos a Motril, población absolutamente indefensa. Allí dejamos los heridos, y el General pudo a duras penas recaudar ocho mil duros en libranzas sobre Madrid, que a mi parecer fue como llevarse papeles mojados. Por la tarde salimos para Málaga. El tiempo cambió, presentándose un Poniente ligero. La fragata embestía la mar con lentas cabezadas. Entrada la noche, dejamos de ver las luces de la Vitoria, que se fue quedando atrás, demostrándonos la impericia del marino que la mandaba. Hicimos señales y moderamos máquina, sin conseguir que nos siguiera en conserva.

Amanecía cuando divisamos dos fragatas. Creyendo Contreras que eran del odiado Gobierno Central y que venían en son de guerra, mandó tocar zafarrancho de combate. Pronto se vio, con ayuda de los anteojos, que una de las fragatas arbolaba bandera inglesa y la otra prusiana. Ya nos disponíamos todos a desplegar nuestros ímpetus heroicos, cuando nuestro General ordenó la prudencia. De improviso, la fragata germánica disparó un cañonazo con bala, que pasó rozando una de las vergas de nuestro palo trinquete.

Paramos. Contreras pidió parlamento y mandó a conferenciar con el alemán a su ayudante Rivero. Pronto volvió este con un