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facciones hermosas del bendito papá. La duquesa dio a criar la chiquilla a unos pobres campesinos de las tierras que poseía y que luego perdió por su destornillada cabeza.

-Era viuda y guapa, según me han dicho.

-Guapísima y viudísima, sí; pero mala madre, porque no hacía caso de la criatura ni se cuidaba de ella. Cuando vino a menos y empezó el tronicio de su hacienda, dejó de atender a los pobres paletos que criaban a Floriana. Pero a la niña le salió un ángel bueno, le salió una señora con solicitudes y cariño de madre verdadera. Recogida Florianita por la divina dama, esta le dio educación perfecta, instruyéndola en todo el saber del mundo, para que en su día fuese maestra de maestras, o como quien dice...

-No sigas, Graziella -exclamé yo sin poder refrenar un arrebato de entusiasmo y orgullo-. ¡Los Dioses han creado a Floriana para un fin sin fin! Es la educadora de los pueblos».


XXI

Díjome en seguida la diablesa que a su bienhechora daba Floriana el nombre de Madrina, y la quería más que a su madre. Oyéndolo, rompí en este exabrupto: «Y la Madrina es Mariclío, la Madre alta y piadosa que nos enseña el arte de hacer felices a los pueblos. No me lo niegues. Esta es una verdad que yo siento en mi corazón...».