Página:La Primera República (1911).djvu/230

Esta página no ha sido corregida

en la tecla de que Zalamero me hace el amor».

La tercera de las mozuelas, menudita y vivaracha, dijo que su Ventura, hecho un merengue, le pedía casamiento, y que ella le había contestado con un sí dentro de un no. Mi honradez histórica oblígame a decir que, sin excederme en las tomas de coñac, me puse pronto a medios pelos. Alegría loca inundó mi alma. Abracé a Graziella y después a Fructuoso, diciéndole con efusivo lenguaje: «Manrique, amigo del alma, sácame de una duda que me atormenta: esta preciosa ojinegra que tengo a mano izquierda ¿es tu ninfa?

-Sí, Tito de mi corazón -respondió Fructuoso, que había cogido una regular papalina-. Distraído con la charla se me pasó el presentarte a mi amiga Dorita, de la noble estirpe de los Vargas Machuca o Machaca». Como la cáfila de nombres taurinos había despertado en mi caletre las ideas más extrañas, dirigí a Fructuoso esta segunda interrogación: «Dime, Manriquito, ¿recuerdas tú haber sido toro alguna vez?».

La tempestad de algazara y risas que levantó mi pregunta, nos impidió escuchar la respuesta de Fructuoso, que me pareció entre seria y festiva. Acallaron el tumulto dicharachos de Graziella, que disparataba en el tono y estilo más donosos. Blasonando de una templanza tardía, retiró Fructuoso las copas y la botella de coñac. Los ánimos embravecidos por el alcohol se fueron sosegan-