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da, a la caída de la tarde, y apenas entré me dijo un camarero que una señora había estado a preguntar por mí tres veces y que, dolida de no encontrarme, prometió volver a la mañana siguiente. Por las señas que me dio el mozo comprendí que mi visitante no podía ser otra que la insigne Doña Gramática. La esperanza de ver pronto a Floriana me llenó de júbilo... Mi amigo Alonso Criado me dio nuevos pormenores de la visitante, repitiendo estas palabras de ella: «El caballero don Tito ha venido a Cartagena a escribir la Historia de lo que aquí está pasando». Subí a mi cuarto para quitarme el polvo del largo paseo. Di un corto descanso a mis huesos, y al bajar al comedor y sentarme a la mesa, mi fiel camarero me preguntó si me agradaba la población, si había visitado el Arsenal, si había visto a Gálvez...

«Estuve en el Arsenal, mas no he visto a Gálvez. Me han contado el recibimiento loco que le hicieron ustedes el día doce.

-Cosa no vista. Pues digo... el recibimiento que hicimos al General Contreras, un día después, también fue bien sonado de palmas, vitoreos y ¡aquí está el hombre! Para mí que este Contreras es la primera espada de España y el primer ojo militar que tenemos».

Respondile apoyando estos encomios, y en el tercer plato me dijo: «Pues ahora estamos esperando a Roque Barcia, que como sabio da quince y raya a todos los tíos de las Academias y Ateneos de Madrid. En fin; que vamos a tener en Cartagena la flor y nata del