Salmerón, magnífico, elocuente. Cuando terminó, todos decían: «Ya hay Gobierno en la República española». Aquello se me representaba como un teatro de niños con figurillas diminutas que se movían con alambres... Luego soñé que pedía la palabra Ríos Rosas. Prodújose un tumulto porque alguien pretendió que no se dejara hablar al orador monárquico... Yo salí a la calle, y en la esquina de Floridablanca, unos silbantes pegaban un pasquín que decía: ¿Quién es Ríos Rosas? Yo les dije: «Imbéciles; es el león de la elocuencia. Dios os libre de caer en sus garras...».
Volví a verme en la Tribuna, y escuché la fiera voz del león, que así clamaba: «El tercer Pretendiente al trono de España será confundido y aniquilado como su tío, como su abuelo. Esta Nación desgraciada puede sufrir hasta la anarquía por un período de tiempo; lo que no sufrirá jamás es el despotismo de don Carlos ni de sus descendientes; lo que no sufrirá jamás es la Inquisición. Jamás, jamás consentiremos a don Carlos ni a los satélites de la antigua tiranía. Todo menos eso. (Aplausos delirantes.)... Para llegar a ser Gobierno de la Nación -decía dirigiendo sus palabras al banco azul- aquí tenéis una mayoría, no muy numerosa, no os importe el número; aquí hay cohesión, convicciones, patriotismo... Con esta mayoría podéis salvar la República, restablecer el orden, restituir a la sociedad sus condiciones de asiento y de vida. Así seréis Gobierno de la Nación, energía prepotente que combata,