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tura y Escultura de París, declara en una obrita muy curiosa, que sacó a luz, relativa á las Bellas Artes, contra varios abusos introducidos en los retratos. El ridículo ornato de la columna envuelta en una cortina, que por lo regular nada sigmnca (pues, segun se advierte en muchísimos de ellos, ni aun puede significar el adorno de una puerta, porque se vé exênta y sola); la práƈtica tan usada en Francia de cargar á los sugetos retratados con una infinidad de varas de terciopelo ó raso, sin mas destino que presentar vaiedad de pliegues sobre el un brazo; y la éxtravagancia de ponerlos trages imaginarios, ó alegóricos, con otras muchas impertinencias á este tenor, le dan motivo para extenderse en una sátira indireƈta y chistosa, que sería muy bueno tuviesen presente los Pintores al tiempo de hacer un retrato, para reprimir los caprichos que suelen ocurrir á las personas, á quienes van á retratar, que por lo regular suelen ser causa de que hagan semenantes rarezas los Profesores.

Sin embargo aquellas posturas, tan violentas que observamos en algunos retratos con el fin de dar bizarria y ayre garboso á la figura, son absolutamente culpa del Artífice, el qual es fuerza que atienda al sexô, edad caraƈter y circunstancias del retratado para dar á su cuerpo una aƈt itud conveniente, y sin afeƈtacion alguna. Del mismo modo quisiera yo que evitára el asilo, tan comun y
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