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LA ODISEA

153 Dicho esto, sentóse junto á la lumbre del hogar, en la ceniza; y todos enmudecieron y quedaron silenciosos. Pero, al fin, el anciano héroe Equeneo que era el de más edad entre los varones feacios y descollaba por su elocuencia, sabiendo muchas y muy antiguas cosas, les arengó benévolamente y les dijo:

159 «¡Alcínoo! No es bueno ni decoroso para ti, que el huésped esté sentado en tierra, sobre la ceniza del hogar; y éstos se hallan cohibidos, esperando que hables. Ea, pues, levántale, hazle sentar en una silla de clavazón de plata, y manda á los heraldos que mezclen vino para ofrecer libaciones á Júpiter, que se huelga con el rayo, dios que acompaña á los venerandos suplicantes. Y tráigale de cenar la despensera, de aquellas cosas que allá dentro se guardan.»

167 Cuando esto oyó la sacra potestad de Alcínoo, asiendo por la mano al prudente y sagaz Ulises, alzóle de junto al fuego é hízolo sentar en una silla espléndida, mandando que se la cediese un hijo suyo, el valeroso Laodamante, que se sentaba á su lado y érale muy querido. Una esclava dióle aguamanos, que traía en magnífico jarro de oro y vertió en fuente de plata, y puso delante de Ulises una pulimentada mesa. La veneranda despensera trájole pan y dejó en la mesa buen número de manjares, obsequiándole con los que tenía reservados. El paciente divinal Ulises comenzó á beber y á comer; y entonces el poderoso Alcínoo dijo al heraldo:

179 «¡Pontónoo! Mezcla vino en la cratera y distribúyelo á cuantos se encuentren en el palacio, á fin de que hagamos libaciones á Júpiter, que se huelga con el rayo, dios que acompaña á los venerandos suplicantes.»

182 Así se expresó. Pontónoo mezcló el dulce vino y lo distribuyó á todos los presentes, después de haber ofrecido en copas las primicias. Y cuando hubieron hecho la libación y bebido cuanto plugo á su ánimo, Alcínoo les arengó diciéndoles de esta suerte:

186 «¡Oíd, caudillos y príncipes de los feacios, y os diré lo que en el pecho mi corazón me dicta! Ahora, que habéis cenado, idos á acostar en vuestras casas: mañana, así que rompa el día, llamaremos á un número mayor de ancianos, trataremos al forastero como huésped en el palacio, ofreceremos á las deidades hermosos sacrificios, y hablaremos de la conducción de aquél para que pueda, sin fatigas ni molestias y acompañándole nosotros, llegar rápida y alegremente á su patria tierra, aunque esté muy lejos, y no haya de padecer mal ni daño alguno antes de tornar á su país; que, ya en su casa, padecerá lo que el hado y las graves Parcas dispusieron al